sábado, 14 de enero de 2012

La historia que inició todo

Ya hablé de como creé a mi personaje literario favorito, a mi musa. Hace mucho tiempo que no actualizo su historia. También admito que no se ni como seguirla sin que llegue a cansar, y el estar continuamente usando recursos basados en la pastelosidad podría ser peligroso.

No es que esta historia que os voy a poner no lo sea, solo quería que supierais por qué no subo mas capítulos aqui.

Sin mas dilación os pongo la historia que lo inició todo... adaptada a los tiempos que corren. Yo cambio, ella cambia (un poco) y bueno, no va a ser todo como era porque le faltaría esa chispa de realismo que necesita.


Del día no me acuerdo muy bien. No era algo a resaltar en mis memorias por muy especial que fuera a ser, así que no le dí importancia. A veces una vida de por si da mas que el hecho de recordar un día. Pero no puedo negar que fuera el día que fuera, fué especial.

Me dirigí a la estación de Getafe Central para ir a Alcorcón, donde sinceramente no esperaba encontrarme con nadie, pero a donde tenía pensado ir desde hacía bastante para visitar Talisman, un bar heavy al que iba antes. Hacía tanto que no lo pisaba que era ya tiempo de verlo. Estos pensamientos me inundaban al mismo tiempo que las canciones que sonaban en mi mp3, que me hicieron soñar una vez mas con todo aquello que las estrellas pudieran darme. No tuve que esperar al metro porque llegó en seguida. Como siempre, a pesar de que no había mucha gente, me senté al final del todo, esperando que ningun guardia de seguridad me dijera nada si es que subía. Y como suelo hacer, dejé volar la mente mientras escuchaba canciones.

Sin embargo la pila de mi mp3 se había acabado a la altura de El Casar. Todo un fastídio, quedaba mas de la mitad del viaje y no había nadie en el vagon que mereciera la pena el que yo me levantara. Y sin embargo, cuando llegó a la estación de Los Espartales, apareció una chica que llamó muchísimo mi atención. La cantidad de chicas que pasan por el metro es ingente y la mayoría son iguales. Todas ellas, vistan como vistan, hagan como hagan, son demasiado iguales. Su expresión solo es alegre cuando van en grupo. Cuando estan solas estan cabreadas y no pueden ni siquiera alzar la mirada sin una expresión de desprecio. Pero esta chica en concreto estaba con una lágrima en cada ojo. Y entonces vi tambien su color, un azul turquesa que me impactó como pocos colores lo han hecho, con unos labios rojos impresionantes y un pelo largo, negro y liso que me derritió. Sin hablar se dirigió al final del vagón y se sentó con las manos rodeando sus rodillas y su cabeza entre ellas. Pude ver que tenía un abrigo de cuero, un pantalon de vinilo y botas militares de evillas, parecidas a las New Rock. Pero lloraba, sigilosamente.

Se me estaba cayendo el alma a trozos. Tan bella, como salida de un cuento, o eso me parecía a mi, y llorando. ¿Qué hacer? no podía estar así. No me salía estar así. Pero tenía miedo a que me mandase a la mierda a la primera de cambio. Entonces pensé que quiza pudiera darla algo con lo que secar sus lágrimas un poco. Busqué en mi bolsillo por si tuviera clinex, y di en el blanco. Extendí mi brazo hasta casi tocarla y reuní valor para decir en voz suave:

- Perdona. Toma alguno si quieres-
Me miró al poco, con alguna lágrima aun saliendo y sonrió un poco.
- Gracias
- No hay de que- dijo tratando de no sonreir demasiado efusivamente.
Se limpió un poco los ojos y suspiró
- Perdoname, te estoy dando el viaje seguro.
- No, no, tranquila, no es así- dije tratando de despegar mi mirada de sus ojos. Estaba atrapado.- Bueno... yo me llamo Víctor, pero me llaman Sigurd o Kenny
- Es un nombre bonito- dijo un poquito mas animada pero visiblemente triste- ¿a donde te diriges?
- Yo voy a Talisman, en Alcorcón.
- Ah, si, se donde está. Quizá vaya luego.
- Si vas me alegras el día, voy solo.
- Ya vere, de verdad, tengo que recoger unas cosas.
- ¿Y te llamas?
- Cierto- dijo con una debil risita- me llamo Arantxa
La dí dos besos y pude notar un poco mas de calma, quizá hubiera valido la pena mi esfuerzo, aunque solo fuera para que no estuviera mal durante un ratito.
- Vayas donde vayas si ves que estas muy mal ven a mi y trataré de ayudarte
- ¿Perdón?- dijo con una risa tonta- Pero si no me conoces, no sabes si merece la pena, ¿por qué me quieres ayudar?
- Merece siempre la pena ayudar a alguien a quien puedo ver mas mirando a sus ojos que ayudar a gente que se conoce y no quiere la ayuda.
Calló durante un par de segundos y se puso a reir. Yo ya pensaba que ahora si que la había pifiado, pero desde luego estaba riendose.
- Nadie me ha dicho eso nunca, que mono, de verdad.
- He dicho algo malo?- dije un poco extrañado
- No, en serio, es que no me dice nadie eso. Generalmente me dicen otras cosas mas poco delicadas aunque este con ellos. Y tu que te acabo de conocer me dices eso. Pero es que encima se que me lo dices de verdad, porque en eso calo a la gente.
Me puse rojo como un tomate, la primera vez que eso me ocurría.
- Me caes bien, quizá vaya a Talisman luego contigo si voy con ánimo.
- Gracias. Debo agradecerlo doblemente de alguien que esta mal del corazón
- ¿Como sabes eso?- dijo casi asustada
- Porque veo mas en ti de lo que pudieras imaginar, lo he visto en tus ojos.
Se hizo un pequeño silencio.
- Veras, yo tengo una frase que digo mucho: Todo son lágrimas. Tiene un sentido, yo no soy una persona afortunada en el amor. De hecho voy a recoger las cosas que le dejé a mi ex a su casa.
- Pero... pero si eres preciosa- dije extrañadísimo.
- Pero eso no me ha servido, Víctor- dijo tristorra- ¿De qué me sirve que me digan que lo soy si a cada pareja que tengo la acabo odiando porque no puede ver en mi algo mas que eso?
- Creo que no lo has entendido. No lo digo porque por fuera lo seas, que lo eres, sino porque... como podría decirlo... me has sonreido cuando te he dado un pañuelo, eso no lo hace nadie ahora, la gente mira mal y da las gracias y ya. Y tu incluso me has pedido perdón.- Las palabras me salieron del alma casi dejando ver que ella me gustaba. Durante un segundo se quedó callada y una lágrima casi le sale a rodar por su pálida piel.- Perdona, yo...
- No me pidas perdón por algo que no tienes culpa, en serio, estoy bien- dijo como pudo.- Sabes? eres mejor persona de lo que creía. Es una lástima que yo este así, porque quizá en otras circunstancias me hubiera gustado conocerte mas. Bueno, la proxima estación es la mia.

Me levanté con ella y la di dos besos. Pude ver que su camiseta era de To/die/for con el símbolo del grupo. Me dió pena ver que iba un tanto triste y me olía que iba a estar peor. Era una tontería esperarla, seguramente no volvería a verla.



Salí del vagón un poco mas animada, tratando de tener una compostura, aunque por desgracia aun me salía una lágrima. Leganes Central, el escenario de tantas escenas que ahora atormentaban mi cabeza estaba ahí, ante mis ojos. Recuerdos que fueron falsos, escenas que no significaron tanto como me habían hecho creer... como siempre. De nuevo enfrentada a una situación que hubiera querido no empezar si hubiera sabido lo que pasaría. El chaval del metro me dió para pensar de camino a la casa de Piere. No tenía la misma expresión que tenían los demas cuando ven a una chica, al menos no a mi. Estaba acostumbrada a los continuos babeos de los chicos y él me miraba como habiendo descubierto un niño pequeño a su heroe de televisión, como si en vez de ser algo parecido a una presa fuera algo a lo que adorar. Pero se había ido en el metro y yo ahora lo que tenía que hacer era recuperar lo que era mio.

No tardé mucho en llegar, y como era de esperar Piere no estaba. Mejor, así no tendría que ver su sucia cara de nuevo. Me recibió su madre, que estaba bastante asustada y preocupada por la situación. Era muy cristiana y creía que su hijo y yo nos casaríamos y volveríamos a Francia para estar juntos. Pero su querido hijo se había ido con otra chica tambien de Avignon y a mi no me apetecía tener que aguantar sus payasadas ni las de su madre. Por supuesto la mujer me suplicaba que no lo hiciera, pero no articulé palabra y a cada frase que decía me ponía de peor humor. Me lancé como una bala a la habitación de Piere, y entre ropa por el suelo y sabanas, encontré la bolsa que tenía mis cosas. De solo ver que ni siquiera las había sacado de la bolsa en su momento hizo que me entrara una rabia interior que no podía parar nada en ese momento y delante de su madre le solté los insultos en Frances mas grotescos que pude pronunciar. No, no los voy a poner aqui, así como tampoco las contestaciones que luego me dió. Quizá ya quise olvidarlo, y la verdad es que lo he conseguido.

Al salir juro ante todo lo que puede ser nombrado que yo quería irme a casa. Quería desahogarme entre lágrimas ante todo lo que nunca había llorado y que lo merecía. Cuanto asco sentía hacia mi misma, hacia lo vacio que sentía mi corazón y ante el dolor de pensar que no había algo con que rellenar ese hueco. Maldije en mi interior a los hombres y a su manía por destrozarme por dentro y mientras maldecía se me caían las lágrimas aun de la impotencia por no poder calmarme. Estuve andando hasta que llegué al metro de San Nicasio, recorriendo ese solitario camino que me hizo pensar, quizá en un viaje continuo hasta mi alma en todo lo pasado por mis relaciones. Había salido siempre con chicos que todas deseaban, con los típicos guaperas ya no del mundo del rock, sino de todos los estilos. Había salido escaldada. Piere era de Avignon y era el último de ellos, un gótico bastante influenciado por la música de los 69 Eyes. Fué entonces cuando me di cuenta de una cosa. Había sentido muchas cosas y había recibido otras, pero lo que nunca había recibido a pesar de haberlo dado era cariño. Cuando yo alguna vez me ponía mal no iba ninguna persona con la que yo saliese. Si, alguna vez trataban de ayudarme. Pero pasaban de mi cuando yo estaba en mis peores momentos y no eran capaces de ver que quiza una sonrisa a tiempo o una caricia hubieran hecho mucho.

Cuando bajé las escaleras del metro dudé mucho. No estaba para hacer nada, no me sentía ni con fuerzas y encima estaba de malísimo humor, pero en el ultimo momento me acordé. Víctor decía llamarse. Quizá un rato con el en Talisman no me hiciera daño, me gustó la conversación que teníamos, daba calma. Ademas el tambien sabía leer en los ojos de los demas. Me subí en el tren con dirección a Alcorcón en un arranque de valentía. Sabía que no era mi mejor momento, que quiza me estuviera solo un ratito, o ni eso, que se yo. Pero me había ayudado y quería darle las gracias, porque nadie me había ayudado de esa manera, sutil pero influyente, en el metro. Y ademas le veía un poco solo.

Algo dentro de mi me decía que iba a merecer la pena ir.





No había nadie conocido, apenas eramos cuatro personas en el bar contandome a mi, pero yo me pedí una cerveza y permanecí en la barra, con Juanito, el dueño del bar. Estaba de buen humor y me invitó a otra pua mas con el mino de cerveza. Recuerdo que sonaban canciones y yo seguía bebiendo. No se cuanto estaría bebiendome el primer mini, pero recuerdo que tras un rato largo, vi que la puerta se abría, y yo suelo tener curiosidad por ver quien entra. Y no me lo pude creer, era ella. Me quedé de piedra durante un segundo y luego fuí a saludarla.
- Hey, pequeña- dije dandola dos besos- ¿Como fué?
- Creo que he tenido momentos mejores- dijo con cara un poco triste
- Vente, que tengo licor de lágrimas para ayudarte
- ¿Licor de lágrimas? - dijo extrañada
- Cerveza
- Ah! vale, ¿por qué no? me va a hacer falta.
Sabedor de lo que iba a ocurrir, pedí los dos minis que las puas me otorgaban a Juanito y cogiendo los dos minis fuimos al fondo del bar, donde hay una zona iluminada y una columna para apoyarse. Se sentó junto a la columna y yo decidí sentarme de frente. Empezó a beber a una velocidad que a mi me dejaba helado, como queriendo centrarse solo en ello.
- Tranquila, tia- dije preocupado- que te vas a ahogar
- No te voy a negar que a lo mejor quisiera
- ¡No!- dije serio y mirandola a los ojos
Impresionada, paró y miró a otro lado
- Perdóname- calló un segundo y volvió a mirarme- no se que hago mal, Víctor, en serio, no lo se.
- ¿Por qué no me cuentas tranquilamente todo?- dije cogiendola de las manos. Dudó un poco sobre lo que tenía que decir o hacer.
- Vale, creo que puedo confiar en ti. Acabo de venir de casa de mi ex de recoger esto- me dijo mostrando la bolsa- Tiene esta rosa de peluche que tengo desde niña y unos libros. Nunca había dado a un novio mio esto, nunca. Te lo juro. Y el otro día le descubrí con otra chica en los baños del 666. Me hizo polvo, no tienes mas que verme. Yo...
- Tranquila, -dije abrazándola al ver que se ponía a temblar- si te vas a poner mal por favor, no sigas, no quiero que estes así.- se abrazó mas fuerte a mi
- Pero hay algo que me duele mas, Víctor- dijo llorando en mi hombro- Ninguno, ni siquiera él se ha atrevido a ayudarme cuando he estado así, y tu que no me conoces estas ayudandome.
- Estoy aqui, ¿vale? -la susurré al oido- Se que soy solo un recien llegado, solo un recien conocido, pero te voy a tratar así siempre que lo necesites.
- Gracias- dijo susurrandome pero un poco mejor- Gracias de corazón
- No me las des
- En Avignon me decían que de bien nacidos es ser agradecidos, asi que te las doy, y si no te gusta te aguantas- me dijo casi sonriendo.
Alcé mi mini y ella hizo lo mismo y brindamos a nuestra salud. Estuvimos en Talisman hasta que terminamos los minis. Los temas a hablar eran sobre todo música y literatura. Ella me habló de los grandes poetas franceses y yo hablé de Goethe y Schiller. Era obvio que era francesa. Pero escuchaba con interes todo lo que yo la contaba de Heidelberg y de mi religión sin reir aunque sin sentirse atraida del todo. Le parecía una bonita creencia, mucho mas noble que lo que estaba acostumbrada a oir. Yo me sorprendí cuando me habló de Avignon, pues yo solo lo conocía por un cuadro. Pero me estaba quedando preso de su mirada y de su ternura. Se veía en ella a una chica deseosa de querer, deseosa de poder tener un peluche que acariciar. Se me escapó una lágrima repentina.
- ¿Que te pasa?- dijo asustada
- No, nada, se me ha metido algo en el ojo- dije tratando de mentir- Si, se que miento mal, no es eso.
- ¿Entonces?- dijo acercandose mas a mi
- Me emociona lo tierna que eres, lo mucho que has sufrido y que aun así estas aqui, contandome todas estas cosas y bebiendo conmigo.
- Pero lo he hecho porque creo que tengo que darte las gracias. Eres un tio estupendo.
Aunque esas palabras me destrozaron por dentro, yo callé y sonreí.


El camino al metro lo hicimos de una extraña forma que no supe entender. Yo la contaba historias relacionadas con todo lo que mi gente y yo habíamos pasado. Ella escuchaba todo cuanto yo decía y ademas me cogió de la mano. Un calor bastante extraño me estaba invadiendo. Por una vez, todo en mi cabeza se había parado. Andabamos sincronizados y nuestro corazón iba a la misma marcha, para sorpresa mia, pues podía sentir su riego a traves de su mano. Ella no hablaba de su vida, pero no me importaba porque estaba bien. En medio del camino ella me dió su movil y yo el mio, para que así pudieramos volver a vernos, pues estaba claro que aquella había sido una bonita velada a pesar de los incidentes.

El vagon del metro esta vez estaba vacio, no habiendo nadie que pudiera estorbar. Pero aun asi, volvimos al sitio que nos vió aparecer el uno en la vida del otro, la parte de atras del ultimo vagon, en el suelo. Pero esta vez ibamos pegados, brazo con brazo.



Mi corazón estaba tranquilo. Por primera vez en todo el día, estaba tranquilo. Era algo que no podía explicar, como si un viendo se hubiera llevado hojas que el camino no quería. Me sentía muy bien conmigo misma y eso que hacía unas horas estaba llena de dudas y de maldiciones. Pero ahora no, ahora un remanso de paz. No tenía palabras para describir lo agradecida que estaba.

- Víctor... ¿Como prefieres que te llame?- pregunté con una voz muy cálida
- Como mas te guste a ti- dijo en el mismo tono de voz
- Sigurd. Te llamaré Sigurd- dije apoyando la cabeza en su hombro- ¿Sabes? Me siento en calma.
- Dicen de mi que puedo provocar la calma en las personas
- No me he sentido así nunca
- ¿Cómo?
- Pues...- paré un poco, no sabía que decir, sabía que se iba a extrañar- querida por alguien que no fuera un familiar de esta forma.
- Es que te lo mereces, tontorrona- dijo dandome un beso en la mejilla que me hizo sonreir. Calidez, ternura, cariño. Esto era lo que yo tanto quería. Pero le acababa de conocer y quiza me estuviera arriesgando a algo que no era, así que decidí no hacer nada. Quizá el no quisiera estar conmigo tampoco. Bueno, daba igual, mientras pudiera sentirme así, eso daba totalmente igual.


Me supo tan a poco el beso que la dí en la mejilla que moví mi mano hasta su carita y la acaricié suavemente. Se deslizó como por un pañuelo de seda. La vi mirarme y sonreir y me quedé mas prendado aun de su sonrisa. Entonces sentí la calidez de sus labios en mi mejilla varias veces. Suspiré.
- Te ha quedado bonito- dijo volviendo a apoyar su cabeza en mi hombro
- Para bonita tu, que eres monísima- dije antes de girarme a dar la un beso en la mejilla.
Pero al tiempo que lo hacía, lo hizo ella tambien y sin saber como nuestros labios se juntaron en un breve instante antes de que los dos retrocedieramos asustados
- Lo... lo siento, yo...- dije tratando de disculparme
- No,... si, esto...- dijo en una actitud parecida
Nos miramos con cara de no saber que hacer y entonces la acaricié el pelo. Sus ojos se entrecerraron mientras yo me quitaba las gafas y sus manos sujetaron mi cabeza.
- Vente- dijo en un tono casi inaudible mientras nos acercabamos el uno al otro.
Y entonces sentí la cremosidad y la suavidad cálida del hielo de sus labios pidiendome mas. Era algo tan mutuo que se acompasaron nuestros labios y fueron al mismo ritmo, lenta pero seguramente y con deleite. Ya no tenía miedo de nada, todos los fantasmas de mi pasado se habían calmado y yo estaba besandome con una chica que yo consideraba encantadora.


Tan dulce, tan suave, tan... para mi... no hay otra descripción. Me estaba derritiendo por dentro solo de sentir como sus labios eran uno con los mios y la pasión que desprendían. Podía adivinar todo lo que el quería decirme con ese beso. Sus sentimientos crecientes, sus palabras no dichas, e incluso su agradecimiento por aparecer en el vagon antes. Y yo traté de comunicarle que no quería que se fuera ya.
- Sigurd- le dije mirandole tiernamente
- Dime- me dijo con una sonrisa
- ¿Quieres salir conmigo?- le pregunté. Era la primera vez que lo iniciaba yo
- Si- dijo abrazandome con un calor envolvente que hizo que me derritiera de cariño
- Quiero darte una cosa- dije antes de buscar en la bolsa y saqué la rosa- Para ti, es un recuerdo de Avignon de cuando era una niña. Me la regaló mi madre.
- Pero... pero como voy a aceptar esto- dijo nervioso- es algo muy tuyo, muy...-calló cuando le puse un dedo en los labios
- Es tuyo- dije sonriendo- no hay mas que hablar de ello.
- En tal caso- dijo desabrochandose el colgante que tenía puesto- Tuya ha de ser esta bendición.
Me había dado su martillo de Thor, un amuleto de un símbolo para él sagrado.
- Sigurd... esto es importante para ti- dije casi con lágrimas en los ojos- ¿Por qué esto?
- Porque por muy importante que sea, nada me es mas importante que tu. Has hablado conmigo en el metro, has venido a tomarte algo conmigo sabiendo que estabas mal, has hablado conmigo incluso de poesía, me has abrazado, y por ultimo me has besado con una suavidad y una ternura que podría transmitirme todo lo que tu corazón decía.
- Y... y qué decía?- dije nerviosa y con el corazón latiendo a mil
- No me sueltes- dijo con calidez




- Y no te voy soltar- añadí cogiendo sus manos.
- Ni yo a ti- dije aproximandose a mis labios de nuevo.
El calor que me envolvía, como si fuera una bendición, hizo que yo me olvidara de todo a mi alrededor menos de ella. Con fuerza, un fuego se instaló en mi pecho y no parecía querer soltarme. Suspiraba por ella, moría por ella. Y si se lo hubiera preguntado, se que ella hubiera sentido lo mismo.

Salí con ella a despedirme en la puerta de su casa. No dijimos nada esta vez hasta la despedida.
- Bueno, cielo, yo me quedo aqui, ¿vale?- dijo mientras me miraba sonriendo
- Vale, amor- dije yo
- ¿Me... me has dicho amor?- dijo casi llorando
- Si, eso he dicho.
Se avalanzó sobre mi y me abrazó tan cálida y fuertemente que creía que había caido en extasis. Pero no era así y yo la correspondí en el abrazo.
- ¿Donde has estado todo este tiempo?- dijo llorando de alegría
- Preparandome para llegar hasta ti- dije sonriendo- Todo son lágrimas, ¿no?
- Si, todo son lágrimas- dijo sonriendo- pero ya no son de dolor.