sábado, 14 de marzo de 2015

Plegaria a la señora de las rosas

Oh dama de pálida piel, señora de claros ojos y negros cabellos, la que tiene labios de sangre, aquella que es imperecedera y me guía. Bienaventurado sea todo el tiempo que compartimos y todas las aventuras que vivimos y viviremos. Que en mis horas mas oscuras, tu candor me levante para vencer, y que en mis mas gloriosas horas puedas compartir gozosa el triunfo que también te pertenece. Libérame de mi tormento en este mundo en el que lucho por encontrarte definitivamente. Concédeme la paciencia que me llevará hasta ti algún día. Y aunque el camino que nos separe me sea doloroso, haz que continúe si hasta ti conduce. No me dejes caer en el olvido y dame fuerzas para seguir cuando flaquee.

Pues solo en ti mi alma halla el consuelo con el que afrontar la vida, y solo por la motivación de estar junto a ti por fin puedo tener paz. Así que aunque me duela esta prueba, no apartes de mi esta senda. Todo lo que me acontezca, sea por ti bendecido para llevarme a tu lado. Déjame ser digno de tu compañía y prometo que en mi empeño no fracasaré. Y que todas las espinas me lleven a dulces pétalos.

Amén.

martes, 21 de octubre de 2014

Las sinfonías del tiempo (parte 2)

Dicen entre susurros los murciélagos que la nostalgia a veces llega a convertirse en una necesidad cuando has abusado de ella. Como si de una droga se tratase. Que el abuso fuera voluntario o no, muchas veces llega a no importar demasiado. Perfectamente podría ser algo impuesto por los demas o algo impuesto por tí, pero en ambos casos atrapa el alma.

Y Sigurd había sido adicto a ese sentimiento desde hacía un par de años. Adicto y ademas víctima de tal sentimiento. Demasiadas cosas habían pasado desde aquél día en el banco, hacía aún mas tiempo que desde que empezó a experimentar la nostalgia. Años enteros de cosas positivas, de música, de felicidad, pero tambien de cosas trágicas. Nunca se lo esperó, ciertamente. Eran una pareja muy sólida, y el amor que sentían era mutuo. Pero esa tragedia les había separado, y él iba cada quince del mes a su lugar. Al lugar que ellos iban a ver las estrellas. No era un lugar precioso. Era una plataforma de hormigón con una tapa de acero que posiblemente fuera la puerta a algún extraño desagüe. Pero para ellos, era su rincón y podían ver las estrellas juntos. En todo ese tiempo, ella no había aparecido ni una sola vez. Y la imaginación que tenía le golpeaba ferozmente atormentando sus recuerdos mientras de vez en cuando, unas cuantas lágrimas le inundaban los ojos y estallaba entre el dolor y la añoranza. Era su amor. Eran tan para cual. Y lo eran porque no necesitaban siquiera pedirse algo para ofrecérselo. Esos pensamientos eran los que le impedían rehacerse. ¿Para qué iba a rehacerse? Él tenía muy claro que la quería de esa manera solo a ella. No había otra chica igual para él. Pero tras tanto tiempo, se preguntaba si ella hubiera hecho lo mismo, esperar hasta que por algún milagro del destino, se volvieran a juntar.

No se lo dijo a ella, pero estuvo cogiéndola de la mano todo el tiempo que se recuperaba de su transplante. Nunca había dejado de observarla a pesar de no verla siempre. Y ella, sin que él dijese nada, lo sabía. Arantzazu no era tonta y sabía de sobra lo que él seguía sintiendo. Pero era ella quien le había dejado. Se maldecía de continuo reprochándose que él estaba sufriendo, y quería poder aliviarle el sufrimiento, y de paso también acallar el suyo. Pero cada vez que creía que tenía fuerzas, se le iban solo con imaginarse una negativa. No era inmune a los fracasos, y menos aún a uno tan estrepitoso en caso de que ocurriera. Ella también sufrió. No le dejó porque no le quisiera. Le dejó porque le quería tanto que el solo hecho de pensar en que podría hacerle daño la estaba matando aún mas que los motivos que la incitaron a cortar. Y ella lloraba muy amargamente también.

Mientras Sigurd desenroscaba el tapón del brick de Bifrutas Tropical, pensaba de nuevo en las bonitas tardes que pasó allí, sentado junto a ella y bebiendo lo mismo que estaba derramando dentro del cuerno. Era casi un adicto a su soledad. Al menos él se lo creía, ya que su situación no le parecía que fuera a cambiar. Soñar con esos bonitos días le hacía sentir que hubo un tiempo en cual él mereció la pena. Merecer la pena. ¿Merecía la pena su sufrimiento? Esta pregunta acabó por surgir, pero la ignoró completamente. Pensó perfectamente que si que merecía la pena, y que por ella esperaría incluso cuando ella ya le hubiera olvidado. ¿Por qué no? No quería hacer otra cosa. Miró a su alrededor después de llenar el cuerno, por si acaso, y al ver que no había nadie, bebió de nuevo aquél néctar, en la soledad de la noche. No le había siquiera implorado a los dioses en sus ruegos que ella volviera, porque sentía que si tuviera que volver con ella, se buscarían sin necesidad de que los dioses les ayudasen, o que la magia interviniese, ya que quería que fuera algo natural, algo entre los dos. Así que recordando tiempos mejores, bebió del cuerno y mientras tragaba, lloró. Era un llanto nervioso, como el de un niño, pero lo acalló para no estropear el silencio, forzándose.

Pero entonces, junto a él, una silueta oscura por la noche se había sentado y miraba al cielo estrellado. Al girarse y mirar, la cara de Sigurd se llenó de un increíble asombro, el cual, a pesar de todo, no terminaba de mostrar esperanza. Ella dejó de mirar a las estrellas y le sonrió, radiante. Trataba de disimular el hecho de que ella también estaba muy nerviosa.

- Hacía mucho que no veíamos juntos las estrellas...- dijo ella mirando de nuevo al cielo- ¿Verdad?
- Para mi ha sido demasiado tiempo- dijo Sigurd mirando a su vez al firmamento también.
- Bueno...- dijo ella entristeciendo el tono de voz- La verdad es que a mi también se me ha hecho muy largo.

Las respuestas, pensaba Sigurd, quizá llegasen al mismo tiempo que las preguntas. Pero... ¿por dónde empezar? Estaba convencido de que quería las respuestas, pero quizá las preguntas no fueran las adecuadas. O quizá ni siquiera tuviera nada pensado, no se lo esperó siquiera. Su pensamiento era que ella estaría en su casa, relajándose de la tensión que tuvo que vivir tras el operatorio. Pero había ido con él.

- Arantxa... tengo tanto que...
- Perdoname por cortarte- dijo poniendo un dedo en los labios de Sigurd- Pero siento que esta vez debería hablar yo.

Tratando de evitar llorar, Sigurd miró al suelo, sin siquiera poder sonreir. Pero si hubiera podido mirarla, hubiera visto que ella tampoco podía mantener la mirada.

- Se... se que te he hecho mucho daño- dijo casi al borde del estallido- Y no quiero que eso vuelva a pasar, así que... me quiero arriesgar con una cosa.- sacó de su bolsillo un martillo de plata. Un martillo que Sigurd reconocía muy bien. Siempre lo llevaba puesto desde que se lo regaló. Y al principio no supo como reaccionar- Pero te tengo que hacer esta pregunta. Bueno... si me sale hacerla... porque...
- Tranquila- dijo Sigurd en un arrebato de confianza que no supo de donde había salido- Te responderé a lo que sea.
- ¿Quieres... quieres casarte conmigo?

La pregunta hizo enmudecer de alegría a Sigurd, que lloró por fin presa de la emoción mientras se abrazaba a ella. Ella no pudo soportarlo mas y tambien lloró, y cuando soltaron el abrazo, ese abrazo que había sido el candado de muchas cosas y el pistoletazo de salida de otras, Sigurd recobró la compostura.
- Si quiero, Ara. Llevo esperandote aquí cada día 15 de mes.
- Oh, Sigurd- dijo ella cogiendo sus manos- Lo siento, de verdad. Se que te he destrozado todo este tiempo y que no tengo perdón, pero...
- No digas eso, por favor. Hay esperas que merecen la pena.
- No me merezco que aceptes- dijo mientras las lágrimas caían de sus ojos.
- Eso no me importa. He aceptado porque mi amor por tí sigue aquí dentro de mi.

Sin dejarle decir nada mas, los labios de Arantzazu se unieron a los suyos en una profunda pasión retenida por el paso de los años. Era como si el tiempo hubiera congelado el pasado, un pasado en el cual el uno al otro se entrelazaban por el corazón y se miraban con ternura. Arantzazu colocó el martillo en el cuello de Sigurd y este hizo lo mismo con el ankh que ella tiempo atras le había regalado. No necesitaban decirse nada. Y entre miradas, besos apasionados y caricias, ellos solos llegaban a entenderse sin siquiera tener que hablar. ¿Quien necesita palabras cuando el corazón está hablando? Eso mismo pensaron ellos.

- Por cierto, si quieres venirte a mi casa estas invitado- dijo ella mientras jugueteaba con sus dedos- Ya sabes que odio dormir sola.
- Sigue gustándote dormir en cuchara, ¿verdad?- dijo él sonriendo
- Solo si es contigo. Se que no te lo vas a creer, amor. Pero desde que no estuviste hasta ahora, nadie ocupó tu lugar. Nadie.
- Tampoco nadie ha ocupado tu sitio.- dijo Sigurd mientras ambos sonreían como tonto.

Mientras recorrían el camino, ese familiar camino por la universidad, Arantzazu se giró y le abrazó furtivamente mientras él la rodeaba con sus brazos.
- Ni siquiera te extrañas, ¿verdad?
- No. Estamos unidos incluso en los pensamientos.
- Te amo. Aunque no estuviera junto a ti te he amado y te sigo amando. Y ya estaba bien de evitarte.
- Puedo entender tu postura, amor, no pasa nada.
- Te prometo que no voy a volver a irme nunca.
- No hace falta que me lo prometas, porque te creo.

sábado, 11 de octubre de 2014

El día en que muera

El día en que muera, oh señora de las rosas, caminaré por el Bifrost cuando las Valkirias hayan recogido de la tierra mi frío cadaver. Con renovada alma, juventud eternal, me alzaré, quizá con el dolor acumulado, y con lento caminar me abriré camino hasta llegar a las puertas de Asgard. Allí el mismo Heimdall las abrirá para que mientras te observo a tí y a Heimrik, me den aún mas ganas de avanzar. Seré feliz ante aquella visión y el dolor del caminar se evaporará por la alegría de ver que por fin estoy allí, que por fin seré uno para con Sigurd Winterkalt, y que por fin ya no habrá dolor. Y cuando hinque mi rodilla en la tierra, tras cruzar el umbral, tu me alzarás, oh reina poetisa, y tu voz me animará a seguir hacia la morada del padre en las alturas, hacia el trono de Odin. Y cuando por fin la bendición del poderoso padre sea con nosotros, marcharemos a casa y podre descansar por fin en el lugar sagrado del preciado palacio de marmol, junto a nuestros seres queridos, en la tierra de Vanaheim, junto a sinuosos bosques y hermosas praderas y lagos.

Y ya nada nos separará. Porque no pienso abandonarte.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Las sinfonías del tiempo (relato 1)

(Con este, inicio una serie de relatos que ayudarán a enriquecer el mundo de mi queridísima Arantzazu, con una historia que bien pudiera haber complementado en su momento a la original).

La noche parecía haber engendrado a esas dos figuras que ahora, cercanas pero no juntas, caminaban por la calle Madrid hasta llegar a la universidad. Aunque en silencio, ambos sabían que este se acabaría rompiendo, ya que el joven era el que había sido invitado. Pensó nuestro joven protagonista que quizá quisiera alguien que pudiera aliviar el dolor que a la joven dama atenazaba por momentos, o que quizá quisiera dejarle las cosas claras de una vez. Aunque ella, por su parte, no podía permitirse pensar en dar demasiadas explicaciones mas que lo necesario para no parecer tonta. A pesar de ello, su rostro seguía conservando algo de luz, y el chico pudo saber que dentro de lo que cabía, algo había sido solucionado. Quizá no tan eficazmente como hubiera querido, pero si al menos de forma que no tuviera que quejarse de que el día fuera malo.

Morían ambos por momentos. Ella estaba entre una espada y una pared. Sabía todo. Sabía que él había decido tocar el bajo ademas de cantar porque si no, el grupo se desmoronaría. Sabía que cada vez que la miraba, parecía brillar una llama en sus ojos, y que cuando ella sonreía, él se perdía en esa mirada. Pero el dolor de su corazón era grande, y aliviarlo quizá no fuera tan fácil. Y él por su parte sabía el dolor que ella sentía y no podía solucionarlo. Al fin y al cabo, realmente él solo era un recién conocido dentro de lo que cabía. Un recién conocido enamorado, por supuesto. Por lo tanto, el dolor que ella sentía, le hacía morir un poco por dentro. Eran en definitiva dos figuras tristes en la oscuridad. Y realmente les hubiera bastado con mirarse en aquel momento a los ojos para ver que quizá, su dolor podía cesar si solamente entrelazasen sus cuerpos en el candor de un abrazo. Pero la tristeza era tan absorbente, tan desbordante, que no se les ocurrió. Tenían en parte miedo de que el otro huyera.

Por fin, ella se sentó en un banco, cerca de su casa y le invitó a que tomara asiento.

- Gracias por acompañarme- empezó ella- Creo que te debo bastante hoy.
- No me debes nada, Arantzazu- dijo él, con una debil sonrisa saliendo de sus labios- Lo he hecho encantado.
- Lo se, de verdad- le dijo Arantzazu mirando al suelo que tenía enfrente- Se que has hecho muchas cosas por mi. Y se que harías muchas mas.

El chico guardó silencio mientras era acosado por las dudas. De verdad se había esforzado lo mas que pudo porque no se notara que quería hacerlo por ella, pero parecía ser que era inevitable que se notase.

- No quería que lo supieras.- dijo él cabizbajo- No al menos aún.
- ¿Pero por qué?- dijo ella mirándole pero contemplando el abismal silencio que se estaba gestando. Así, tras varios segundos, ella prosiguió- Imagino que tenías miedo.
- Un miedo tremendo y poderoso. Mas que a las arañas, y ya me dan miedo.
- Por si te sirve de consuelo, no voy a huir de ti- dijo acercándose a él y cogiéndole de las manos.- Has salvado mi cumpleaños.
- Creo que era lo mínimo que podía hacer- dijo el chico sonriendo, esta vez de verdad- No aguanto verte tan triste como te he visto en estos días.

Arantzazu se sonrojó y sonrió, cerrando los ojos en este proceso y ladeando un poco la cabeza.

- Eres un encanto, de verdad.- dijo ella tratando de volver al tema y no hacer que su mente volase- Gracias, Sigurd.
- De nada.
- De lo que te quería hablar de verdad es sobre que no se si puedo tener algo contigo- dijo borrando la sonrisa que mantenía.- Eres un amor, y se que te has esforzado mucho. Pero no se si puedo decirte que si. Me duele mucho esta situación, de verdad.
- La verdad es que me lo esperaba- dijo Sigurd con la mirada puesta en el suelo, con sus manos aún sostenidas por las de Arantzazu.- Pero eso no quita que no crea que merece la pena esforzarse.

Mirando al horizonte, Arantzazu dejó definitivamente de sonreir y soltó una debil lágrima. Tenía la mente hecha pedazos. El corazón era apenas un amasijo de retales mal cosidos y a punto de romperse por el esfuerzo, y observando las posibilidades, sabía que tenía en general las de perder en todas. La primera opción era volver con su ex. Pero si lo hacía, Sigurd tendría que desaparecer de su vida, así que tendría que dejar All Eternity, y se había sentido genial entre las tablas del escenario. Así que esa opción era dolorosa. La segunda opción era dejar las cosas como estaban, reposarlas y luego ya ver que hacer. Pero esto la carcomía mucho, porque sabía que alguien a su lado en este momento había pasado por grandes esfuerzos y que su pobre corazón tambien estaba roto. Estaba tan solo en eso como ella, pero él no podía elegir demasiado.

- ¿Y si te digo que por favor me esperes... lo harías?- preguntó arriesgándose Arantxa
- Por tí esperaría el tiempo que fuera. - dijo cambiando el reflejo casi lloroso de sus ojos.
- ¿De verdad lo harías?- dijo ella con ternura.
- Tengo claros mis sentimientos, Arantxa. Los tengo y son sinceros. Por tí cantaría siempre Tears On Tape antes de ir a dormir.

La tercera opción estaba clara, podría empezar con él. Era como ella, un alma perdida en la noche, sin consuelo, sin descanso, con el corazón roto. ¿Quién podría ayudarla mejor? Pero las heridas de su corazón aún no habían cicatrizado, y quizá pudiera tambien pensar él que lo hacía por despecho.

Rodeando su cintura con un brazo, apoyó la cabeza en su hombro y miró a las estrellas. Él también hizo esto y juntos pudieron observar las estrellas del firmamento. Sigurd vió una estrella fugaz y rápidamente pidió que ella dejase de sufrir. Lo que él no sabía era que ella también había pedido eso, pero para él.

- Con que me digas buenas noches suele gustarme mas- le confesó en voz baja.
- Lo que tu prefieras- le respondió en el mismo tono.
- Prefiero que no tengas que sufrir. Prefiero que si uno de los dos sufra sea yo. Te has esforzado muchísimo.
- No digas eso. Me da igual que yo no consiga nada contigo. Pero sonríe. Eso es lo que mas quiero.
- ¿Te has dado cuenta de lo bonito que es eso que dices?
- Es de verdad lo que siento. Eres un sueño, de verd...

Se había abalanzado sobre Sigurd antes de que hubiera podido terminar y le dió un beso pequeñito pero intenso. Dentro de él, mil canciones sonaron desacompasadas pero en perfecta armonía, perfectas a su manera, graciosas y grandilocuentes al mismo tiempo, y su corazón estaba a punto de explotar. Para ella, esas palabras habían bastado. Pensó para sus adentros que por fín todo estaba decidido. Tenía lo que ella de verdad quería en un hombre justo delante de sus narices, desaprovecharlo sería ser una hipócrita.

- Lo que te voy a pedir es de verdad- le dijo Arantzazu casi a punto de llorar- Si te vas, o si no quieres mas, por favor, se sincero, me destrozarías si con todo lo bueno que eres me engañases en eso. Prefiero la verdad
- Arantxa, no me atrevo a mentirte- dijo Sigurd en el mismo estado que ella- Te llevo buscando mucho tiempo. No te quiero mentir. No te voy a mentir. Y tampoco me quiero ir.

Entrelazando sus manos con las de ella, las lágrimas de ambos se deslizaron casi juntas.

- ¿Quieres salir conmigo?- preguntó Arantxa, con el corazón calmado y los remiendos a punto de ser reforzados.
- Claro que quiero- respondió Sigurd.
- Eres el primero al que se lo pregunto, de verdad te lo digo.

Esta vez fué ella la que calló de repente, pues unos labios se había posado en los suyos y habían empezado a juguetear con ellos lentamente. Ella le abrazó mientras él pasaba las manos por entre su pelo y su espalda. Los dos notaron la humedad del rostro del otro mientras por una vez, por un momento que aunque duró unos pocos segundos detuvo el tiempo, la vida mereció la pena. Cuando el beso terminó, las dos figuras de la noche volvieron a abrazarse para mirar las estrellas, pero ahora, sus corazones estaban unidos. Quizá fuera por la emoción del momento, pero Arantzazu no pensó en los puntos negativos de la tercera opción, y cuando quiso hacerlos ya daban igual. No era el chico perfecto, pero al menos este había hecho algo que ningun otro había hecho antes. La había conquistado. Se esforzó y se las arregló para que el día de su cumpleaños pudiera ser medianamente buenos. Y ahora, ella sonreía como una niña pequeña mientras se planteaba en que posición dormiría con él.

- Creo que la vida tiene sentido- afirmó Sigurd mirando otra estrella fugaz.
- Contigo claro que tiene sentido, tonto- dijo Arantxa- Contigo todo tiene sentido. Gracias.
- Gracias a ti, lucero. Por tu luz en mis horas oscuras.
- Te quiero.
- Yo tambien te quiero.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Invocación

En esta fría noche de otoño, bajo la luz de las mas tenues velas, con fuego ardiendo en el corazón y emoción a flor de piel. En este momento de quietud y de misticismo que me envuelve, en el que las energías han optado por serme favorables y en la cual puedo sentir la chispa ardiente de la vida en mis venas, bajo el influjo de la luz de la luna y las estrellas. En este lugar yo te invoco.

Ven, Arantzazu Grauwind de la Lúne, señora de todas las rosas, reina poeta de la noche, a este encuentro con el destino en el cual te llamo. Acude a esta llamada en la que te pido ya no solo tu auxilio, sino la medicina que el alma necesita para los dos. Ven y libera nuestros espíritus, en sagrada comunión el uno con el otro, para que podamos gozar del alivio que nos está destinado. Haz que en esta noche seamos uno.

Que las fuerzas del otro mundo te traigan hasta mi y que tales fuerzas tambien me lleven hacia ti, con objeto de que ambos podamos gozar de la sola presencia de nuestros espíritus y que de este modo consigamos una perfecta comunión. Y ante todo, que si esta llamada te produce pesar alguno, entonces no tenga efecto, pues no quiero que tal llamada pueda producir dolor, sino alivio de forma natural. Y si tal alivio no se produce, que tal llamada no sea efectiva.

viernes, 14 de marzo de 2014

Si tan solo

Si tan solo estuvieras aquí, en este mundo en el que me mortifico día a día, podrías haber venido hoy. Hubiéramos ido a Talisman los dos, sonriendo como idiotas por ver que volvíamos al lugar en el que supuestamente nos conocímos. Hubiera pedido una cerveza que hubiera compartido contigo, sonriendo con cada mirada mientras tras un rato volvíamos a abrazarnos llenos de ternura el uno por el otro.

7 años ya... han pasado lentos pero seguros. Han marcado un comienzo del que no me arrepiento a pesar de todo lo que he vivido. Porque a pesar de todo, tu presencia siempre ha estado ahí.

Si alguna vez he sentido lo que es amor, es gracias a ti.

sábado, 14 de enero de 2012

La historia que inició todo

Ya hablé de como creé a mi personaje literario favorito, a mi musa. Hace mucho tiempo que no actualizo su historia. También admito que no se ni como seguirla sin que llegue a cansar, y el estar continuamente usando recursos basados en la pastelosidad podría ser peligroso.

No es que esta historia que os voy a poner no lo sea, solo quería que supierais por qué no subo mas capítulos aqui.

Sin mas dilación os pongo la historia que lo inició todo... adaptada a los tiempos que corren. Yo cambio, ella cambia (un poco) y bueno, no va a ser todo como era porque le faltaría esa chispa de realismo que necesita.


Del día no me acuerdo muy bien. No era algo a resaltar en mis memorias por muy especial que fuera a ser, así que no le dí importancia. A veces una vida de por si da mas que el hecho de recordar un día. Pero no puedo negar que fuera el día que fuera, fué especial.

Me dirigí a la estación de Getafe Central para ir a Alcorcón, donde sinceramente no esperaba encontrarme con nadie, pero a donde tenía pensado ir desde hacía bastante para visitar Talisman, un bar heavy al que iba antes. Hacía tanto que no lo pisaba que era ya tiempo de verlo. Estos pensamientos me inundaban al mismo tiempo que las canciones que sonaban en mi mp3, que me hicieron soñar una vez mas con todo aquello que las estrellas pudieran darme. No tuve que esperar al metro porque llegó en seguida. Como siempre, a pesar de que no había mucha gente, me senté al final del todo, esperando que ningun guardia de seguridad me dijera nada si es que subía. Y como suelo hacer, dejé volar la mente mientras escuchaba canciones.

Sin embargo la pila de mi mp3 se había acabado a la altura de El Casar. Todo un fastídio, quedaba mas de la mitad del viaje y no había nadie en el vagon que mereciera la pena el que yo me levantara. Y sin embargo, cuando llegó a la estación de Los Espartales, apareció una chica que llamó muchísimo mi atención. La cantidad de chicas que pasan por el metro es ingente y la mayoría son iguales. Todas ellas, vistan como vistan, hagan como hagan, son demasiado iguales. Su expresión solo es alegre cuando van en grupo. Cuando estan solas estan cabreadas y no pueden ni siquiera alzar la mirada sin una expresión de desprecio. Pero esta chica en concreto estaba con una lágrima en cada ojo. Y entonces vi tambien su color, un azul turquesa que me impactó como pocos colores lo han hecho, con unos labios rojos impresionantes y un pelo largo, negro y liso que me derritió. Sin hablar se dirigió al final del vagón y se sentó con las manos rodeando sus rodillas y su cabeza entre ellas. Pude ver que tenía un abrigo de cuero, un pantalon de vinilo y botas militares de evillas, parecidas a las New Rock. Pero lloraba, sigilosamente.

Se me estaba cayendo el alma a trozos. Tan bella, como salida de un cuento, o eso me parecía a mi, y llorando. ¿Qué hacer? no podía estar así. No me salía estar así. Pero tenía miedo a que me mandase a la mierda a la primera de cambio. Entonces pensé que quiza pudiera darla algo con lo que secar sus lágrimas un poco. Busqué en mi bolsillo por si tuviera clinex, y di en el blanco. Extendí mi brazo hasta casi tocarla y reuní valor para decir en voz suave:

- Perdona. Toma alguno si quieres-
Me miró al poco, con alguna lágrima aun saliendo y sonrió un poco.
- Gracias
- No hay de que- dijo tratando de no sonreir demasiado efusivamente.
Se limpió un poco los ojos y suspiró
- Perdoname, te estoy dando el viaje seguro.
- No, no, tranquila, no es así- dije tratando de despegar mi mirada de sus ojos. Estaba atrapado.- Bueno... yo me llamo Víctor, pero me llaman Sigurd o Kenny
- Es un nombre bonito- dijo un poquito mas animada pero visiblemente triste- ¿a donde te diriges?
- Yo voy a Talisman, en Alcorcón.
- Ah, si, se donde está. Quizá vaya luego.
- Si vas me alegras el día, voy solo.
- Ya vere, de verdad, tengo que recoger unas cosas.
- ¿Y te llamas?
- Cierto- dijo con una debil risita- me llamo Arantxa
La dí dos besos y pude notar un poco mas de calma, quizá hubiera valido la pena mi esfuerzo, aunque solo fuera para que no estuviera mal durante un ratito.
- Vayas donde vayas si ves que estas muy mal ven a mi y trataré de ayudarte
- ¿Perdón?- dijo con una risa tonta- Pero si no me conoces, no sabes si merece la pena, ¿por qué me quieres ayudar?
- Merece siempre la pena ayudar a alguien a quien puedo ver mas mirando a sus ojos que ayudar a gente que se conoce y no quiere la ayuda.
Calló durante un par de segundos y se puso a reir. Yo ya pensaba que ahora si que la había pifiado, pero desde luego estaba riendose.
- Nadie me ha dicho eso nunca, que mono, de verdad.
- He dicho algo malo?- dije un poco extrañado
- No, en serio, es que no me dice nadie eso. Generalmente me dicen otras cosas mas poco delicadas aunque este con ellos. Y tu que te acabo de conocer me dices eso. Pero es que encima se que me lo dices de verdad, porque en eso calo a la gente.
Me puse rojo como un tomate, la primera vez que eso me ocurría.
- Me caes bien, quizá vaya a Talisman luego contigo si voy con ánimo.
- Gracias. Debo agradecerlo doblemente de alguien que esta mal del corazón
- ¿Como sabes eso?- dijo casi asustada
- Porque veo mas en ti de lo que pudieras imaginar, lo he visto en tus ojos.
Se hizo un pequeño silencio.
- Veras, yo tengo una frase que digo mucho: Todo son lágrimas. Tiene un sentido, yo no soy una persona afortunada en el amor. De hecho voy a recoger las cosas que le dejé a mi ex a su casa.
- Pero... pero si eres preciosa- dije extrañadísimo.
- Pero eso no me ha servido, Víctor- dijo tristorra- ¿De qué me sirve que me digan que lo soy si a cada pareja que tengo la acabo odiando porque no puede ver en mi algo mas que eso?
- Creo que no lo has entendido. No lo digo porque por fuera lo seas, que lo eres, sino porque... como podría decirlo... me has sonreido cuando te he dado un pañuelo, eso no lo hace nadie ahora, la gente mira mal y da las gracias y ya. Y tu incluso me has pedido perdón.- Las palabras me salieron del alma casi dejando ver que ella me gustaba. Durante un segundo se quedó callada y una lágrima casi le sale a rodar por su pálida piel.- Perdona, yo...
- No me pidas perdón por algo que no tienes culpa, en serio, estoy bien- dijo como pudo.- Sabes? eres mejor persona de lo que creía. Es una lástima que yo este así, porque quizá en otras circunstancias me hubiera gustado conocerte mas. Bueno, la proxima estación es la mia.

Me levanté con ella y la di dos besos. Pude ver que su camiseta era de To/die/for con el símbolo del grupo. Me dió pena ver que iba un tanto triste y me olía que iba a estar peor. Era una tontería esperarla, seguramente no volvería a verla.



Salí del vagón un poco mas animada, tratando de tener una compostura, aunque por desgracia aun me salía una lágrima. Leganes Central, el escenario de tantas escenas que ahora atormentaban mi cabeza estaba ahí, ante mis ojos. Recuerdos que fueron falsos, escenas que no significaron tanto como me habían hecho creer... como siempre. De nuevo enfrentada a una situación que hubiera querido no empezar si hubiera sabido lo que pasaría. El chaval del metro me dió para pensar de camino a la casa de Piere. No tenía la misma expresión que tenían los demas cuando ven a una chica, al menos no a mi. Estaba acostumbrada a los continuos babeos de los chicos y él me miraba como habiendo descubierto un niño pequeño a su heroe de televisión, como si en vez de ser algo parecido a una presa fuera algo a lo que adorar. Pero se había ido en el metro y yo ahora lo que tenía que hacer era recuperar lo que era mio.

No tardé mucho en llegar, y como era de esperar Piere no estaba. Mejor, así no tendría que ver su sucia cara de nuevo. Me recibió su madre, que estaba bastante asustada y preocupada por la situación. Era muy cristiana y creía que su hijo y yo nos casaríamos y volveríamos a Francia para estar juntos. Pero su querido hijo se había ido con otra chica tambien de Avignon y a mi no me apetecía tener que aguantar sus payasadas ni las de su madre. Por supuesto la mujer me suplicaba que no lo hiciera, pero no articulé palabra y a cada frase que decía me ponía de peor humor. Me lancé como una bala a la habitación de Piere, y entre ropa por el suelo y sabanas, encontré la bolsa que tenía mis cosas. De solo ver que ni siquiera las había sacado de la bolsa en su momento hizo que me entrara una rabia interior que no podía parar nada en ese momento y delante de su madre le solté los insultos en Frances mas grotescos que pude pronunciar. No, no los voy a poner aqui, así como tampoco las contestaciones que luego me dió. Quizá ya quise olvidarlo, y la verdad es que lo he conseguido.

Al salir juro ante todo lo que puede ser nombrado que yo quería irme a casa. Quería desahogarme entre lágrimas ante todo lo que nunca había llorado y que lo merecía. Cuanto asco sentía hacia mi misma, hacia lo vacio que sentía mi corazón y ante el dolor de pensar que no había algo con que rellenar ese hueco. Maldije en mi interior a los hombres y a su manía por destrozarme por dentro y mientras maldecía se me caían las lágrimas aun de la impotencia por no poder calmarme. Estuve andando hasta que llegué al metro de San Nicasio, recorriendo ese solitario camino que me hizo pensar, quizá en un viaje continuo hasta mi alma en todo lo pasado por mis relaciones. Había salido siempre con chicos que todas deseaban, con los típicos guaperas ya no del mundo del rock, sino de todos los estilos. Había salido escaldada. Piere era de Avignon y era el último de ellos, un gótico bastante influenciado por la música de los 69 Eyes. Fué entonces cuando me di cuenta de una cosa. Había sentido muchas cosas y había recibido otras, pero lo que nunca había recibido a pesar de haberlo dado era cariño. Cuando yo alguna vez me ponía mal no iba ninguna persona con la que yo saliese. Si, alguna vez trataban de ayudarme. Pero pasaban de mi cuando yo estaba en mis peores momentos y no eran capaces de ver que quiza una sonrisa a tiempo o una caricia hubieran hecho mucho.

Cuando bajé las escaleras del metro dudé mucho. No estaba para hacer nada, no me sentía ni con fuerzas y encima estaba de malísimo humor, pero en el ultimo momento me acordé. Víctor decía llamarse. Quizá un rato con el en Talisman no me hiciera daño, me gustó la conversación que teníamos, daba calma. Ademas el tambien sabía leer en los ojos de los demas. Me subí en el tren con dirección a Alcorcón en un arranque de valentía. Sabía que no era mi mejor momento, que quiza me estuviera solo un ratito, o ni eso, que se yo. Pero me había ayudado y quería darle las gracias, porque nadie me había ayudado de esa manera, sutil pero influyente, en el metro. Y ademas le veía un poco solo.

Algo dentro de mi me decía que iba a merecer la pena ir.





No había nadie conocido, apenas eramos cuatro personas en el bar contandome a mi, pero yo me pedí una cerveza y permanecí en la barra, con Juanito, el dueño del bar. Estaba de buen humor y me invitó a otra pua mas con el mino de cerveza. Recuerdo que sonaban canciones y yo seguía bebiendo. No se cuanto estaría bebiendome el primer mini, pero recuerdo que tras un rato largo, vi que la puerta se abría, y yo suelo tener curiosidad por ver quien entra. Y no me lo pude creer, era ella. Me quedé de piedra durante un segundo y luego fuí a saludarla.
- Hey, pequeña- dije dandola dos besos- ¿Como fué?
- Creo que he tenido momentos mejores- dijo con cara un poco triste
- Vente, que tengo licor de lágrimas para ayudarte
- ¿Licor de lágrimas? - dijo extrañada
- Cerveza
- Ah! vale, ¿por qué no? me va a hacer falta.
Sabedor de lo que iba a ocurrir, pedí los dos minis que las puas me otorgaban a Juanito y cogiendo los dos minis fuimos al fondo del bar, donde hay una zona iluminada y una columna para apoyarse. Se sentó junto a la columna y yo decidí sentarme de frente. Empezó a beber a una velocidad que a mi me dejaba helado, como queriendo centrarse solo en ello.
- Tranquila, tia- dije preocupado- que te vas a ahogar
- No te voy a negar que a lo mejor quisiera
- ¡No!- dije serio y mirandola a los ojos
Impresionada, paró y miró a otro lado
- Perdóname- calló un segundo y volvió a mirarme- no se que hago mal, Víctor, en serio, no lo se.
- ¿Por qué no me cuentas tranquilamente todo?- dije cogiendola de las manos. Dudó un poco sobre lo que tenía que decir o hacer.
- Vale, creo que puedo confiar en ti. Acabo de venir de casa de mi ex de recoger esto- me dijo mostrando la bolsa- Tiene esta rosa de peluche que tengo desde niña y unos libros. Nunca había dado a un novio mio esto, nunca. Te lo juro. Y el otro día le descubrí con otra chica en los baños del 666. Me hizo polvo, no tienes mas que verme. Yo...
- Tranquila, -dije abrazándola al ver que se ponía a temblar- si te vas a poner mal por favor, no sigas, no quiero que estes así.- se abrazó mas fuerte a mi
- Pero hay algo que me duele mas, Víctor- dijo llorando en mi hombro- Ninguno, ni siquiera él se ha atrevido a ayudarme cuando he estado así, y tu que no me conoces estas ayudandome.
- Estoy aqui, ¿vale? -la susurré al oido- Se que soy solo un recien llegado, solo un recien conocido, pero te voy a tratar así siempre que lo necesites.
- Gracias- dijo susurrandome pero un poco mejor- Gracias de corazón
- No me las des
- En Avignon me decían que de bien nacidos es ser agradecidos, asi que te las doy, y si no te gusta te aguantas- me dijo casi sonriendo.
Alcé mi mini y ella hizo lo mismo y brindamos a nuestra salud. Estuvimos en Talisman hasta que terminamos los minis. Los temas a hablar eran sobre todo música y literatura. Ella me habló de los grandes poetas franceses y yo hablé de Goethe y Schiller. Era obvio que era francesa. Pero escuchaba con interes todo lo que yo la contaba de Heidelberg y de mi religión sin reir aunque sin sentirse atraida del todo. Le parecía una bonita creencia, mucho mas noble que lo que estaba acostumbrada a oir. Yo me sorprendí cuando me habló de Avignon, pues yo solo lo conocía por un cuadro. Pero me estaba quedando preso de su mirada y de su ternura. Se veía en ella a una chica deseosa de querer, deseosa de poder tener un peluche que acariciar. Se me escapó una lágrima repentina.
- ¿Que te pasa?- dijo asustada
- No, nada, se me ha metido algo en el ojo- dije tratando de mentir- Si, se que miento mal, no es eso.
- ¿Entonces?- dijo acercandose mas a mi
- Me emociona lo tierna que eres, lo mucho que has sufrido y que aun así estas aqui, contandome todas estas cosas y bebiendo conmigo.
- Pero lo he hecho porque creo que tengo que darte las gracias. Eres un tio estupendo.
Aunque esas palabras me destrozaron por dentro, yo callé y sonreí.


El camino al metro lo hicimos de una extraña forma que no supe entender. Yo la contaba historias relacionadas con todo lo que mi gente y yo habíamos pasado. Ella escuchaba todo cuanto yo decía y ademas me cogió de la mano. Un calor bastante extraño me estaba invadiendo. Por una vez, todo en mi cabeza se había parado. Andabamos sincronizados y nuestro corazón iba a la misma marcha, para sorpresa mia, pues podía sentir su riego a traves de su mano. Ella no hablaba de su vida, pero no me importaba porque estaba bien. En medio del camino ella me dió su movil y yo el mio, para que así pudieramos volver a vernos, pues estaba claro que aquella había sido una bonita velada a pesar de los incidentes.

El vagon del metro esta vez estaba vacio, no habiendo nadie que pudiera estorbar. Pero aun asi, volvimos al sitio que nos vió aparecer el uno en la vida del otro, la parte de atras del ultimo vagon, en el suelo. Pero esta vez ibamos pegados, brazo con brazo.



Mi corazón estaba tranquilo. Por primera vez en todo el día, estaba tranquilo. Era algo que no podía explicar, como si un viendo se hubiera llevado hojas que el camino no quería. Me sentía muy bien conmigo misma y eso que hacía unas horas estaba llena de dudas y de maldiciones. Pero ahora no, ahora un remanso de paz. No tenía palabras para describir lo agradecida que estaba.

- Víctor... ¿Como prefieres que te llame?- pregunté con una voz muy cálida
- Como mas te guste a ti- dijo en el mismo tono de voz
- Sigurd. Te llamaré Sigurd- dije apoyando la cabeza en su hombro- ¿Sabes? Me siento en calma.
- Dicen de mi que puedo provocar la calma en las personas
- No me he sentido así nunca
- ¿Cómo?
- Pues...- paré un poco, no sabía que decir, sabía que se iba a extrañar- querida por alguien que no fuera un familiar de esta forma.
- Es que te lo mereces, tontorrona- dijo dandome un beso en la mejilla que me hizo sonreir. Calidez, ternura, cariño. Esto era lo que yo tanto quería. Pero le acababa de conocer y quiza me estuviera arriesgando a algo que no era, así que decidí no hacer nada. Quizá el no quisiera estar conmigo tampoco. Bueno, daba igual, mientras pudiera sentirme así, eso daba totalmente igual.


Me supo tan a poco el beso que la dí en la mejilla que moví mi mano hasta su carita y la acaricié suavemente. Se deslizó como por un pañuelo de seda. La vi mirarme y sonreir y me quedé mas prendado aun de su sonrisa. Entonces sentí la calidez de sus labios en mi mejilla varias veces. Suspiré.
- Te ha quedado bonito- dijo volviendo a apoyar su cabeza en mi hombro
- Para bonita tu, que eres monísima- dije antes de girarme a dar la un beso en la mejilla.
Pero al tiempo que lo hacía, lo hizo ella tambien y sin saber como nuestros labios se juntaron en un breve instante antes de que los dos retrocedieramos asustados
- Lo... lo siento, yo...- dije tratando de disculparme
- No,... si, esto...- dijo en una actitud parecida
Nos miramos con cara de no saber que hacer y entonces la acaricié el pelo. Sus ojos se entrecerraron mientras yo me quitaba las gafas y sus manos sujetaron mi cabeza.
- Vente- dijo en un tono casi inaudible mientras nos acercabamos el uno al otro.
Y entonces sentí la cremosidad y la suavidad cálida del hielo de sus labios pidiendome mas. Era algo tan mutuo que se acompasaron nuestros labios y fueron al mismo ritmo, lenta pero seguramente y con deleite. Ya no tenía miedo de nada, todos los fantasmas de mi pasado se habían calmado y yo estaba besandome con una chica que yo consideraba encantadora.


Tan dulce, tan suave, tan... para mi... no hay otra descripción. Me estaba derritiendo por dentro solo de sentir como sus labios eran uno con los mios y la pasión que desprendían. Podía adivinar todo lo que el quería decirme con ese beso. Sus sentimientos crecientes, sus palabras no dichas, e incluso su agradecimiento por aparecer en el vagon antes. Y yo traté de comunicarle que no quería que se fuera ya.
- Sigurd- le dije mirandole tiernamente
- Dime- me dijo con una sonrisa
- ¿Quieres salir conmigo?- le pregunté. Era la primera vez que lo iniciaba yo
- Si- dijo abrazandome con un calor envolvente que hizo que me derritiera de cariño
- Quiero darte una cosa- dije antes de buscar en la bolsa y saqué la rosa- Para ti, es un recuerdo de Avignon de cuando era una niña. Me la regaló mi madre.
- Pero... pero como voy a aceptar esto- dijo nervioso- es algo muy tuyo, muy...-calló cuando le puse un dedo en los labios
- Es tuyo- dije sonriendo- no hay mas que hablar de ello.
- En tal caso- dijo desabrochandose el colgante que tenía puesto- Tuya ha de ser esta bendición.
Me había dado su martillo de Thor, un amuleto de un símbolo para él sagrado.
- Sigurd... esto es importante para ti- dije casi con lágrimas en los ojos- ¿Por qué esto?
- Porque por muy importante que sea, nada me es mas importante que tu. Has hablado conmigo en el metro, has venido a tomarte algo conmigo sabiendo que estabas mal, has hablado conmigo incluso de poesía, me has abrazado, y por ultimo me has besado con una suavidad y una ternura que podría transmitirme todo lo que tu corazón decía.
- Y... y qué decía?- dije nerviosa y con el corazón latiendo a mil
- No me sueltes- dijo con calidez




- Y no te voy soltar- añadí cogiendo sus manos.
- Ni yo a ti- dije aproximandose a mis labios de nuevo.
El calor que me envolvía, como si fuera una bendición, hizo que yo me olvidara de todo a mi alrededor menos de ella. Con fuerza, un fuego se instaló en mi pecho y no parecía querer soltarme. Suspiraba por ella, moría por ella. Y si se lo hubiera preguntado, se que ella hubiera sentido lo mismo.

Salí con ella a despedirme en la puerta de su casa. No dijimos nada esta vez hasta la despedida.
- Bueno, cielo, yo me quedo aqui, ¿vale?- dijo mientras me miraba sonriendo
- Vale, amor- dije yo
- ¿Me... me has dicho amor?- dijo casi llorando
- Si, eso he dicho.
Se avalanzó sobre mi y me abrazó tan cálida y fuertemente que creía que había caido en extasis. Pero no era así y yo la correspondí en el abrazo.
- ¿Donde has estado todo este tiempo?- dijo llorando de alegría
- Preparandome para llegar hasta ti- dije sonriendo- Todo son lágrimas, ¿no?
- Si, todo son lágrimas- dijo sonriendo- pero ya no son de dolor.