miércoles, 8 de octubre de 2014

Las sinfonías del tiempo (relato 1)

(Con este, inicio una serie de relatos que ayudarán a enriquecer el mundo de mi queridísima Arantzazu, con una historia que bien pudiera haber complementado en su momento a la original).

La noche parecía haber engendrado a esas dos figuras que ahora, cercanas pero no juntas, caminaban por la calle Madrid hasta llegar a la universidad. Aunque en silencio, ambos sabían que este se acabaría rompiendo, ya que el joven era el que había sido invitado. Pensó nuestro joven protagonista que quizá quisiera alguien que pudiera aliviar el dolor que a la joven dama atenazaba por momentos, o que quizá quisiera dejarle las cosas claras de una vez. Aunque ella, por su parte, no podía permitirse pensar en dar demasiadas explicaciones mas que lo necesario para no parecer tonta. A pesar de ello, su rostro seguía conservando algo de luz, y el chico pudo saber que dentro de lo que cabía, algo había sido solucionado. Quizá no tan eficazmente como hubiera querido, pero si al menos de forma que no tuviera que quejarse de que el día fuera malo.

Morían ambos por momentos. Ella estaba entre una espada y una pared. Sabía todo. Sabía que él había decido tocar el bajo ademas de cantar porque si no, el grupo se desmoronaría. Sabía que cada vez que la miraba, parecía brillar una llama en sus ojos, y que cuando ella sonreía, él se perdía en esa mirada. Pero el dolor de su corazón era grande, y aliviarlo quizá no fuera tan fácil. Y él por su parte sabía el dolor que ella sentía y no podía solucionarlo. Al fin y al cabo, realmente él solo era un recién conocido dentro de lo que cabía. Un recién conocido enamorado, por supuesto. Por lo tanto, el dolor que ella sentía, le hacía morir un poco por dentro. Eran en definitiva dos figuras tristes en la oscuridad. Y realmente les hubiera bastado con mirarse en aquel momento a los ojos para ver que quizá, su dolor podía cesar si solamente entrelazasen sus cuerpos en el candor de un abrazo. Pero la tristeza era tan absorbente, tan desbordante, que no se les ocurrió. Tenían en parte miedo de que el otro huyera.

Por fin, ella se sentó en un banco, cerca de su casa y le invitó a que tomara asiento.

- Gracias por acompañarme- empezó ella- Creo que te debo bastante hoy.
- No me debes nada, Arantzazu- dijo él, con una debil sonrisa saliendo de sus labios- Lo he hecho encantado.
- Lo se, de verdad- le dijo Arantzazu mirando al suelo que tenía enfrente- Se que has hecho muchas cosas por mi. Y se que harías muchas mas.

El chico guardó silencio mientras era acosado por las dudas. De verdad se había esforzado lo mas que pudo porque no se notara que quería hacerlo por ella, pero parecía ser que era inevitable que se notase.

- No quería que lo supieras.- dijo él cabizbajo- No al menos aún.
- ¿Pero por qué?- dijo ella mirándole pero contemplando el abismal silencio que se estaba gestando. Así, tras varios segundos, ella prosiguió- Imagino que tenías miedo.
- Un miedo tremendo y poderoso. Mas que a las arañas, y ya me dan miedo.
- Por si te sirve de consuelo, no voy a huir de ti- dijo acercándose a él y cogiéndole de las manos.- Has salvado mi cumpleaños.
- Creo que era lo mínimo que podía hacer- dijo el chico sonriendo, esta vez de verdad- No aguanto verte tan triste como te he visto en estos días.

Arantzazu se sonrojó y sonrió, cerrando los ojos en este proceso y ladeando un poco la cabeza.

- Eres un encanto, de verdad.- dijo ella tratando de volver al tema y no hacer que su mente volase- Gracias, Sigurd.
- De nada.
- De lo que te quería hablar de verdad es sobre que no se si puedo tener algo contigo- dijo borrando la sonrisa que mantenía.- Eres un amor, y se que te has esforzado mucho. Pero no se si puedo decirte que si. Me duele mucho esta situación, de verdad.
- La verdad es que me lo esperaba- dijo Sigurd con la mirada puesta en el suelo, con sus manos aún sostenidas por las de Arantzazu.- Pero eso no quita que no crea que merece la pena esforzarse.

Mirando al horizonte, Arantzazu dejó definitivamente de sonreir y soltó una debil lágrima. Tenía la mente hecha pedazos. El corazón era apenas un amasijo de retales mal cosidos y a punto de romperse por el esfuerzo, y observando las posibilidades, sabía que tenía en general las de perder en todas. La primera opción era volver con su ex. Pero si lo hacía, Sigurd tendría que desaparecer de su vida, así que tendría que dejar All Eternity, y se había sentido genial entre las tablas del escenario. Así que esa opción era dolorosa. La segunda opción era dejar las cosas como estaban, reposarlas y luego ya ver que hacer. Pero esto la carcomía mucho, porque sabía que alguien a su lado en este momento había pasado por grandes esfuerzos y que su pobre corazón tambien estaba roto. Estaba tan solo en eso como ella, pero él no podía elegir demasiado.

- ¿Y si te digo que por favor me esperes... lo harías?- preguntó arriesgándose Arantxa
- Por tí esperaría el tiempo que fuera. - dijo cambiando el reflejo casi lloroso de sus ojos.
- ¿De verdad lo harías?- dijo ella con ternura.
- Tengo claros mis sentimientos, Arantxa. Los tengo y son sinceros. Por tí cantaría siempre Tears On Tape antes de ir a dormir.

La tercera opción estaba clara, podría empezar con él. Era como ella, un alma perdida en la noche, sin consuelo, sin descanso, con el corazón roto. ¿Quién podría ayudarla mejor? Pero las heridas de su corazón aún no habían cicatrizado, y quizá pudiera tambien pensar él que lo hacía por despecho.

Rodeando su cintura con un brazo, apoyó la cabeza en su hombro y miró a las estrellas. Él también hizo esto y juntos pudieron observar las estrellas del firmamento. Sigurd vió una estrella fugaz y rápidamente pidió que ella dejase de sufrir. Lo que él no sabía era que ella también había pedido eso, pero para él.

- Con que me digas buenas noches suele gustarme mas- le confesó en voz baja.
- Lo que tu prefieras- le respondió en el mismo tono.
- Prefiero que no tengas que sufrir. Prefiero que si uno de los dos sufra sea yo. Te has esforzado muchísimo.
- No digas eso. Me da igual que yo no consiga nada contigo. Pero sonríe. Eso es lo que mas quiero.
- ¿Te has dado cuenta de lo bonito que es eso que dices?
- Es de verdad lo que siento. Eres un sueño, de verd...

Se había abalanzado sobre Sigurd antes de que hubiera podido terminar y le dió un beso pequeñito pero intenso. Dentro de él, mil canciones sonaron desacompasadas pero en perfecta armonía, perfectas a su manera, graciosas y grandilocuentes al mismo tiempo, y su corazón estaba a punto de explotar. Para ella, esas palabras habían bastado. Pensó para sus adentros que por fín todo estaba decidido. Tenía lo que ella de verdad quería en un hombre justo delante de sus narices, desaprovecharlo sería ser una hipócrita.

- Lo que te voy a pedir es de verdad- le dijo Arantzazu casi a punto de llorar- Si te vas, o si no quieres mas, por favor, se sincero, me destrozarías si con todo lo bueno que eres me engañases en eso. Prefiero la verdad
- Arantxa, no me atrevo a mentirte- dijo Sigurd en el mismo estado que ella- Te llevo buscando mucho tiempo. No te quiero mentir. No te voy a mentir. Y tampoco me quiero ir.

Entrelazando sus manos con las de ella, las lágrimas de ambos se deslizaron casi juntas.

- ¿Quieres salir conmigo?- preguntó Arantxa, con el corazón calmado y los remiendos a punto de ser reforzados.
- Claro que quiero- respondió Sigurd.
- Eres el primero al que se lo pregunto, de verdad te lo digo.

Esta vez fué ella la que calló de repente, pues unos labios se había posado en los suyos y habían empezado a juguetear con ellos lentamente. Ella le abrazó mientras él pasaba las manos por entre su pelo y su espalda. Los dos notaron la humedad del rostro del otro mientras por una vez, por un momento que aunque duró unos pocos segundos detuvo el tiempo, la vida mereció la pena. Cuando el beso terminó, las dos figuras de la noche volvieron a abrazarse para mirar las estrellas, pero ahora, sus corazones estaban unidos. Quizá fuera por la emoción del momento, pero Arantzazu no pensó en los puntos negativos de la tercera opción, y cuando quiso hacerlos ya daban igual. No era el chico perfecto, pero al menos este había hecho algo que ningun otro había hecho antes. La había conquistado. Se esforzó y se las arregló para que el día de su cumpleaños pudiera ser medianamente buenos. Y ahora, ella sonreía como una niña pequeña mientras se planteaba en que posición dormiría con él.

- Creo que la vida tiene sentido- afirmó Sigurd mirando otra estrella fugaz.
- Contigo claro que tiene sentido, tonto- dijo Arantxa- Contigo todo tiene sentido. Gracias.
- Gracias a ti, lucero. Por tu luz en mis horas oscuras.
- Te quiero.
- Yo tambien te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario